En sus cartas a la comunidad de Corinto, el apóstol Pablo comparte profundamente las dificultades y sufrimientos que ha enfrentado en su ministerio.
Empezando con un tono casi irónico, Pablo invita a los corintios a recibirlo aunque lo consideren loco, solo para poder compartir sus experiencias. Él resalta que, aunque muchos se glorían de sus logros materiales, él también podría hacerlo, pero sus razones son distintas.
Pablo enumera una serie de tribulaciones que superan las experiencias comunes de otros apóstoles: múltiples flagelaciones, encarcelamientos y hasta naufragios. Su vida ha estado marcada por peligros constantes, ya sea de la naturaleza, de ladrones, o incluso de aquellos que consideraba hermanos. Además, Pablo menciona los desafíos emocionales y físicos, como la fatiga, el hambre y la sed, que ha tenido que soportar.
Más allá de sus sufrimientos físicos, Pablo también destaca la carga emocional y espiritual que lleva cada día, preocupándose por el bienestar de todas las iglesias que ha fundado o visitado. Su dedicación es tan profunda que siente el dolor de cualquier miembro que sufra o sea inducido a pecar.
