En la vida espiritual, enfrentamos etapas variadas, algunas llenas de alegría y otras de desafíos. Es un equívoco pensar que caminar con Cristo es transitar por un jardín sin peligros. Incluso en el paraíso, la serpiente encontró un camino para infiltrarse.
Este concepto es a menudo olvidado, pues se promulga la idea de que la fe nos exime de dificultades, cuando en realidad, los momentos más arduos son nuestras mayores lecciones.
La historia bíblica está repleta de ejemplos donde las adversidades precedieron a grandes victorias y milagros. La cárcel de José fue el umbral hacia la realización de sus sueños; la fosa de leones para Daniel, su ascenso a la honra; la amenaza sobre los judíos, el despertar de Esther para la salvación; las lágrimas de Israel en Egipto, el surgimiento de Moisés como libertador; y el hambre de la familia de Jacob, la reunión con su hijo perdido.
Estas narrativas nos recuerdan que, de las pruebas más duras, pueden surgir respuestas a oraciones olvidadas. A pesar de que nadie prometió facilidad en esta jornada espiritual, la fe nos enseña que no es imposible avanzar.
