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Los Dos Grandes Mandamientos: Amor Divino y Fraternal

En un diálogo esclarecedor, un interpelador preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más importante de la ley. La respuesta de Jesús, profundamente arraigada en el amor, sigue resonando como un principio fundamental del cristianismo y de la ética interpersonal. Jesús destacó primero el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, alma y mente, describiéndolo como el mandamiento más grande y fundamental.

Continuó explicando que el segundo mandamiento es similar en su esencia: amar al prójimo como a uno mismo. Estos dos preceptos no solo encapsulan la ley mosaica, sino que también son la base sobre la cual se construyen todas las enseñanzas y profecías del Antiguo Testamento. Jesús subrayó que la práctica de estos mandamientos es el corazón de la vida espiritual y social, proporcionando una guía clara para vivir una vida que honre tanto a Dios como a la comunidad.

Esta enseñanza enfatiza que el amor no es solo un sentimiento, sino una acción activa y consciente hacia Dios y hacia los demás, formando la base de todas las interacciones humanas y divinas. Esta dualidad del amor asegura una cohesión que trasciende las regulaciones ordinarias y se convierte en la expresión auténtica de la fe.