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El Poder de la Empatía: De Juzgar a Ayudar

En la travesía espiritual, la tentación de juzgar a quienes se apartan de la iglesia es común. Sin embargo, ¿no deberíamos seguir el ejemplo de los fuertes que van tras aquellos que se han desviado para saber si están bien? Juzgar, aunque fácil, carece de la profundidad necesaria para contribuir positivamente.

Juzgar sin ofrecer ayuda es como estorbar; no aporta nada y solo crea barreras. ¿Qué tal si, en lugar de juzgar, buscamos ayudar? Esta acción no solo beneficia a la persona en cuestión, sino que también contribuye a la sociedad que tanto necesita empatía. Recordemos el relato bíblico de la mujer acusada de adulterio, llevada ante Jesús. Aunque la intención era trampa, ella recibió misericordia y una oportunidad para cambiar.

¿Y si escuchamos más a nuestra conciencia que a nuestras ganas de juzgar? Callar en lugar de condenar podría ser la respuesta. La empatía y la misericordia son las llaves para marcar la diferencia. Miles de personas necesitan una palabra de ánimo, un abrazo, o una oración sincera.

Jesús, un modelo de compasión, en el episodio de la mujer adúltera, eligió la misericordia sobre el juicio. «Ni yo te condeno; vete, y no peques más», dijo. Él siempre está presente en nuestras vidas, dispuesto a ofrecer una segunda oportunidad.

En lugar de apresurarnos a juzgar, practiquemos la empatía y la misericordia. Dejemos que estas virtudes guíen nuestras interacciones. Jesús nos recuerda que el acto de ayudar es más valioso que el de juzgar. ¡Dios es bueno! Que tengas un bendecido fin de semana, lleno de amor y compasión.